sábado, 6 de agosto de 2011

mil lenguas

Hoy me encantaría saber varios idiomas, para decir lo mismo cientos de veces y que todas suene diferente, cada vez mas dulce-doce-douce.
Decirlo varias veces para que se materialice y me veas.
Sin embargo leí en algún lugar, que lo que no se entiende en una mirada no se entenderá aunque se den millones de explicaciones. Pero yo creo en las miradas y también en las palabras
o al menos en los sonidos y el ritmo, la música.
Y si no funciona puedo abrir la boca y dejarla así hasta que salga algo que te llame la atención.

Hay preguntas que nunca se hacen, porque las respuestas parecen ser tan obvias que caen de maduras, a mi me gustaría que alguien me pregunte algo así de obvio, para sonreír y tener que improvisar una respuesta a una pregunta que nunca hubiera imaginado responder. Tener que pensar que decir, que no sea espontaneo, algo obvio rutinario.
Me gustaría responderlo en otro idioma así el encuestador quedara tan atónito como yo. O al menos decirlo de una manera que no se entienda del todo, que sea ambiguo, para que quede claro que no era tan obvio, que no se puede construir un palacio sobre base de palitos de helado.

Pero el idioma que mas me gusta es ese que junta lenguajes diferentes por el mero hecho del ictus temporal, un ojo que mira hacia arriba buscando una respuesta, una sonrisa a medio hacer, un ligero temblor casi imperceptible que muestra apenas la sorpresa. Los movimientos de la boca, los intentos fallidos, fracciones de milisegundos en que llega el sonido de la mente. Las sonrisas otra vez, comprometidas, las manos acalorandose y las mejillas rojas como sandia.

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