La furia me arranca en el pecho, una fuerza descomunal me irrita en los ojos, estalla y arde, encuentra el blanco y lo fulmina en un movimiento de falsa cortesia de media vuelta de torso, de mirar hacia otro lado. Y me levanta suavemente, recoge los libros, los acaricia, sube la escalera de par en par y cierra la blanca puerta.
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